miércoles, 19 de octubre de 2011

Con un poco de algodón y alcohol intentaba borrar una mancha de mi chaqueta, como mis chaquetas son de colores claros es fácil ver hasta la más mínima pelusa que tenga y, a mi edad, el andar bien vestido es algo casi del día a día. "Ay, estúpida mancha, por qué no sales". Mientras más la friego parece más oscura y creo que está más grande, mejor la llevaré a la lavandería. 

Mi mujer sabría cómo limpiar estas manchas en mi ropa, te extraño tanto mi vida, pronto nos veremos de nuevo mi amor. Recuerdo alguna vez cuando estábamos juntos y de mi torpeza le boté una copa de vino en su vestido blanco, ella ni se exaltó, pero yo estaba más que preocupado y arrepentido por haber manchado su vestido preferido, su hermoso vestido blanco... blanco y suave, pensar que te lo compré tan caro y te reíste cuando te lo regalé, sin darme cuenta tenía el precio puesto y me dijiste que lo había comprado más caro de lo que costaba. Y yo que te digo el precio, necio de mi. Ay, Noelia... Me haces tanta falta en casa, siento que de a poco tu ausencia me deprime cada vez más, me siento débil sin tu sonrisa, sin tus chistes en las tardes que me hacían tanta gracia, sin tus planes de compras eternos, sin tus historias con tus amigas... extraño conversar contigo acerca de cómo nos conocimos, sentados en nuestro hermoso patio, o mejor dicho lo que era antes un hermoso patio. 

Ya llevo sentado toda la mañana limpiando esta molesta mancha, será mejor que me mueva pronto para alcanzar a llegar a la lavandería, ya que a mi lento paso llegaré en varios días ja, ja, ja, ja. Veamos, entonces, mi bastón, mis llaves, mi billetera, mis lentes para leer, los otros de uso diario, la foto de Noelia y por último la chaqueta que me dio mi mujer. Apaguemos las luces, listo. Cocina sin llaves abiertas, listo. Ventanas cerradas, listo. Todo en orden, ahora a salir. ¿Qué hora es? Veamos... Tres y un cuarto, estoy a tiempo.

Hola Juanita, hace ya mucho que no la veía por estos lados, déjeme decirle que días hermosos como hoy hay pocos ja, ja, ja, y estamos recién empezando la primavera. Mire, le traigo esta chaqueta, que creo reconocerá, me la regaló Noelia hace tres cumpleaños atrás y, bueno, el tema es que apareció esta mancha en la manga derecha, y ni siquiera la he utilizado. Se la dejo y la retiro mañana, ahora debo volver a ver el programa que... bueno, debo volver pronto, hasta luego Juanita. 

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Justo a tiempo para el programa de comedia que veía con mi mujer, veamos... Son exactamente las cuatro cincuenta y tres, aun me quedan siete minutitos. Bah, que raro, pensé haber dejado las ventanas cerradas, la cortina de la entrada se movió, ay por Dios, que descuidado soy. Donde habré metido las llaves, aquí están. Todas las ventanas cerradas, que raro. Pero no importa, mejor prenderé el televisor y me prepararé mi café, luego del programa a dormir.

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Hola Juanita, veo que mi chaqueta la haz dejado donde mismo, no la moviste nada y para peor la mancha sigue ahí y ya no hay solo una, hay muchas y de distintos tamaños. Ahora huele a tierra mojada, y está húmeda. Juanita, cómo no haz lavado mi chaqueta, no pienses que te pagaré, lo lamento. Aunque me ignores cada vez que vengo no significa que no me atiendas. ¿No hablarás? ¿No dirás nada? Que lástima que aún continúes enojada por algo que ocurrió hace ya años. Me largo.

Encuentro poco profesional la actitud de Juanita, le dejo mi chaqueta preferida para "pagarle" por lavarla y aún así esta enojada conmigo, por una pelea de ya hace años, absurdo. Camino a casa pensaba en Juanita y su actitud, y de cómo ayer también me había ignorado, a lo mejor ni siquiera me escuchó, puede que los años le hayan quitado de a poco la audición. Ya no importa, estoy llegando a casa. De nuevo, dónde dejé las llav... aquí están. Bah, nuevamente la cortina, reflauta. Ninguna ventana abierta, lo único distinto estaba en la cocina, el televisor estaba encendido y mi café estaba preparado, lo habían servido en mi taza. Además la puerta del patio estaba entreabierta, algo me llamaba a salir, con chaqueta en mano me dirigí hacia el lugar sagrado de Noelia, su patio, su santuario. Me sentía como la abeja volando hacia su flor.

Estaba hermoso, tal como si mi mujer nunca se hubiese ido, como si cada día de estos dos años ella en las mañanas hubiese estado trabajando en él. Nada había cambiado desde aquel día, todo exactamente igual, me sentía nuevamente feliz y acompañado. De pronto, de entre las plantas, sentí un llanto y me acerqué silenciosamente, un poco confundido y a la vez con cierta emoción, no lo podía creer... era el llanto de mi mujer. Estaba ahí frente a mi, apoyada en sus rodillas plantando sus flores y sacando las malezas con su característica ropa de jardinera. Frente a ella yacía una lápida de mármol gris pequeña, donde claramente se leía mi nombre en brillantes letras blancas. Como una bofetada los recuerdos me invadieron, fui yo quien enfermó muy grave y antes de morir le pedí a Noelia que me vistiera con su regalo de cumpleaños, mi chaqueta preferida... Con razón aparecieron estas manchas, bajo tierra todo se ensucia.

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